La sociedad cambiante
Cuando empecé a anotar los medios
audiovisuales que consumía en un día me confirmé a mí misma algo
que ya sabía: Uso mucho los medios a mi alcance, pero sin dejar de
lado el enriquecimiento intelectual.
Si te lo preguntas, no soy de esas
personas pegadas a un móvil. En cambio, sí que soy de esa clase de
personas pegadas a un ordenador. ¿Hay diferencia? Yo creo que mucha.
Cuando dispones de tiempo, te sientas
en la mesa del ordenador, y te preparas, digamos, una taza de té,
estás siendo consciente de tus actos la mayoría del tiempo. Por
supuesto que puedes perderte un rato y acabar preguntándote: ¿Cómo
he acabado aquí? En un mundo virtual que cambia a cada segundo lo
extraño sería permanecer imperturbable. Sin embargo, tu taza de té
se acaba, tu lista de quehaceres se completa, y bueno, por qué no,
disfrutas de media hora más solo por ocio. Que también es
necesario. Pero se acaba. Cuando te levantas de la mesa vuelves a ser
libre. Eres tú quién decide cuándo y cómo.
En cambio, cuando vives a un móvil
pegado, y dedicas cada minuto libre a llenar tu cabeza con ideas
ajenas, estás quitando espacio a tu cerebro para reflexionar, idear
y construir. No me refiero a dejar de lado el ocio pasajero que tanta
falta hace en esta sociedad de estrés, estoy hablando de los
espacios en blanco del día. Espacios que alimentan el alma. Cuando
uno espera el autobús y en vez de coger el móvil se dedica a pensar,
ocurre la magia.
La reflexión permite a nuestro cerebro desgranar
todo aquello que conoce hasta convertirlo en algo que necesitas.
Quizá has dado con la tecla para ese artículo en el que trabajabas,
o se te ha ocurrido comprar unas magdalenas para tu hijo, o has
sentido que necesitas un cambio en algún aspecto de la vida. Cuando
llenas los espacios en blanco con ocio audiovisual tu cerebro se
relaja. Se deja llevar. Y esas ideas que crees tan buenas
probablemente serían mucho mejores si hubieses dejado espacio para
la reflexión. Porque en la vorágine de información tu cerebro se
desdobla para intentar hacer dos cosas a la vez, ver y racionalizar
lo que ves. Y al final, no eres tú disfrutando de ocio, es el ocio
apagando tu pensamiento durante unos minutos solo para que puedas
entender ese chiste que dentro de media hora habrás olvidado.
Es maravilloso vivir en una sociedad
creativa y que comparte con quién lo necesite sus trabajos. Pero
también da miedo pensar en “Érase una vez un hombre a un móvil
pegado...”
De www.movilonia.com |
Desde el punto de vista de alguien que
ve a todo el mundo a su alrededor siendo cuasi víctima de secuestro
por parte de sus teléfonos, me da que pensar sobre nuestros jóvenes.
Mi mayor preocupación es la falta de
empatía que está generando el consumo de redes en los pequeños.
Niños que están siendo educados por internet. Que piensan que se
puede hacer humor de todo, que confunden la libertad con el
libertinaje, que tratan a la mujer como un mero objeto sexualizado,
que piensan que una feminista es una odia-hombres, que no pueden
concentrarse 5 minutos en resolver un problema intelectual porque se
aburren... Los llaman “niños rata” y piensan de ellos que ya
cambiarán. Pues no, señores. La educación es la base del mañana,
si hoy ese niño sexualiza a su compañera de clase porque a un
youtuber se le ocurrió hacer una broma, el día de mañana restará
importancia a una conducta abusiva hacia la mujer porque “era de
broma”.
Así que depende de nosotros los
adultos proyectar una imagen de respeto hacia los demás que los
jóvenes puedan seguir, porque está muy bien compartir memes, pero
no olvidemos que hasta que no seamos capaces de regular el acceso de
los menores a internet, deberíamos comportarnos como si siempre
hubiese un niño mirando.
Sé el cambio que quieres ver en el
mundo.
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